jueves, 16 de abril de 2009

Sintonizando a los Burning




Son las seis de la mañana y yo sigo sin dormir... Hace días que nadie viene a visitarme. Juego al ajedrez con las gaviotas y a las damas con las olas. Queridísimo Risi, me he tirado hoy veinte veces de la palmera por ti. He sonreído elegantemente pensando en todos los barcos que dejé zarpar. En una pequeña risa, una pequeñísima victoria del que eligió perder. Perderse. Tengo una Isla. Isla Mundo. Tengo una casa. El Cuevistmo. Una delgada lengua de tierra lleva hasta ella. Y en el tejado el antifaro. Y en las ventanas gatos, flores y Campoamor. Las paredes son de piedra con incrustaciones de papel, una mina de tinta, carrilladas de cuentos. Ahí vivo yo. Y tú nunca sabrás llegar. Así no. Aquí tampoco. Una familia de osos custodia la entrada. Y el más grande siempre está despierto y nunca sueña. Porque para soñar hay que estar dormido. Lo otro es imaginación y proyecto de vida. Lo demás, cursilería.
Son las tres de la mañana... qué sé yo si estoy tan solo... Querídisimo, Pepe. Tu canción suena en toda la bendita I.M. Bájate de Venus. Y deja de tocar. No podré dormir con tanta nostalgia. Tanta pena no cabrá en ninguna botella. No tengo tanta fuerza para llegar hasta donde tú estás. Eso no quiere decir que no estés, eso jamás querrá decir que no lo intente.


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