jueves, 15 de enero de 2009

La Montaña de los Idiotas

Cuando estoy deprimido me subo a la Montaña de los Idiotas (donde el eco pregunta ¿Cómo? y el viento nunca sabe hacia dónde soplar). No es el lugar más elevado de Isla Mundo, (yo tampoco lo soy de ningún lado), y que me maten si es el más bonito. Pero en ella me siento a gusto, es muy fácil de escalar y por todas partes hay repartidos bancos de madera, esparcidos para nada. Creo que esa es la cuestión fundamental; para nada. La clave son los clavos. ¿Quién quiere un cuadro? ¿Para qué? Pintemos el monte. Arroyos de aguarrás.

Conforme vas subiendo dicha colina los colores se van desvaneciendo. Y una vez en la cima, encima, cuando respiras acalorado y satisfecho, ya todo es en blanco y negro (delicioso blanco y delicioso negro, como las hormigas de la isla, como Ava Gardner, como el disco blanco de los Beatles, como los negros de la Chess, como tú, como yo, como Kokolo).


A lo que vamos. Pico y pala. Allá en la cumbre, allá en lo alto, hay una pequeña cabaña construida por un albañil expresionista alemán manco (y borracho) cuyas paredes son de un color rojo labio-femme-fatale en fuerte contraste con la escala de grises imperante. Y en el interior de esas cuatro paredes, de geometría irregular / belleza imperfecta, vive una familia de guionistas de cine negro.

Frente a la puerta de la casa, que siempre se abre chirriando y se cierra de golpe, hay una hermosa baranda de madera de roble islamundino. De medio cuerpo de altura, es ideal para apoyarse y contemplar el paisaje. Si lo haces, aparecerá frente a ti imponente el Mar de Vinilo que rodea la isla; un gris fastuoso, oscuro, con olas que rompen en negro y que rugen haciendo surcos. Y a los pies la Corte, el corte, la caída, el barranco, un precipicio de roca de unos cien Huesos Rotos* de altura.


Os estoy hablando del Mirador de las Frases Hermosas. En él siempre hay un miembro de la familia de escritores de guión, de apellido Cinermitaño. Echados sobre la madera, contemplativos, ya sea padre, madre, hermana o hermano, fuman y miran melancólicamente al infinito**, mientras esperan la llegada de un visitante que inicie la conversación. Si el pie es de su agrado, estás de suerte, ellos te darán la mano.


La última vez que subí. Ayer o hace un año (no es que el Tiempo no exista en Isla Mundo es que hace lo que le da la gana), me encontré con la hija mediana de los seis de la familia Cinermitaña. Estaba vestida completamente de blanco roto, sostenía un cigarrillo de tabaco negro en los labios, y el viento agitaba con dulzura su ropa, su larga melena morena jirones de tormenta. Yo llegué despeinado y feo, me acodé (más bien me anclé) en la barandilla compuesta de artesonados. Y esperando mi ración de frases brillantes. Dije:


- Hace un día de perros.

Ella no se inmutó, pese a que algunas gotas de lluvia empezaron a mojar la gasa de su vestido.

- Nos vamos a mojar.

Siguió sin responder. Pero uno de sus enormes ojos negros me miró de reojo. Me remiro y por poco me remata.

- No quería molestarte. Sé que esperáis un buena entrada para empezar a hablar, y a veces ni si quiera lo hacéis... Apagó el cigarrillo en un cenicero de plata, que ya estaba medio lleno de lluvia, se giró hacia donde yo estaba y cruzando los brazos me miró fijamente impaciente, hermosa, nerviosa, crítica (situación) como es ella... Y no tuve más remedio que confesar:

- Creo que soy demasiado idiota hasta para esta Isla.

- No le pintes de blanco la diana al enemigo.

- Yo no tengo enemigos.

- Dijo el que no tenía amigos.

- Se supone que estás aquí para decir frases hermosas.

- ¿ Acaso la verdad no lo es?

Y arrojando el cigarro al mar (el viento le dio una calada y se lo paso al hermano calamar, los salmones cambiaban de dirección para probarlo, una sirena dejó de cantar mientras lo saboreaba, dos submarinistas perecieron en el intento de alcanzarlo, los corales querían tener labios, la morena pulmones, y la ballena, que se había quitado de fumar y cogido unos kilos desde entonces, se hacía la interesante saliendo a la superficie a respirar), y arrojando el cigarro al mar(contaminando), decía, se marchó dejando caer los brazos, cimbreando la cintura, haciendo aire de su pelo, de su vestido, de mí. Se marchó.




Los narradores no tienen amigos. Los narradores de islas menos. Soy un narrador nadador que llegó a esta isla buceando y que ahora baja la ladera de una colina dando tumbos pero feliz. Contento con tanto banco donde sentarme a descansar. Contento con tanto blanco donde escribir. Contento con tanto negro de cuánto escribí. Tengo muchos amigos. Tengo un amigo. Tengo a Silvio. Y Silvio siempre está en el bar.Tengo un bar al que ir.


(* Medida local )

(** Que siempre les guiña un ojo apenas se dan la vuelta)

2 comentarios:

  1. bueno, bueno, bueno. vaya lugar idílico que te has "agenciado". Islamundo, volveré más a menudo por aquí, sobretodo si me recibe una chica como "ella". Quien es Silvio? el rockero?, tu tío Luis? cualquiera de ellos........venga, un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Me gusta... ¿Qué hay que hacer para llegar aquí? Yo también quiero asomarme al Mirador de las Frases Hermosas y conocer a los Cinermitaños, se ven buena gente. Un abrazo con una botella con mensaje también para ti! W.

    ResponderEliminar