Brilla el sol pulido en el lomo de los tiburones; un martillo de agua empuñado por el aire hizo su piel, millones de años después, fuerte y suave.
Habrá que perdonarles que de vez en cuando se coman a alguien. Ellos inventaron el círculo.
Se ha ido la lluvia y las partículas de polvo iluminadas (big bang de cerrar aquel libro viejo) constelan mi ventana. Las quería contar todas y ponerle nombre. Pero me aburrí de esperar a que se ordenaran, salté y me fui. Suele pasarme.
Luego me ido pensandando a pasear a la playa y en ella he descubierto un curioso hallazgo (matorral de la familia del azar):
A Isla Mundo ha llegado un mensaje en francés dentro de una de esas cajas redondas de lata en las que se guardan las películas. Sam Cooke y yo lo estamos revisando, él está casi tan sorprendido como cuando escuchó por primera vez aquel cocktail de Brighton 64.Yo estoy contento de recibir un mensaje tan elegante, tan blanco y tan azul. Igual deberíamos llevarlo a objetos perdidos o a una comisaría, pero en Isla Mundo no hay policía.
Sam me dice adiós con la mano y se marcha silbando, seguramente habrá quedado.
Y en el mar los tiburones persiguen a Arquímedes que les grita furioso mientrás lo rodean: Noli turbare círculos meos, noli turbare. Pero ellos no saben latín y por suerte el sol sigue brillando en sus lomos.
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