miércoles, 28 de abril de 2010

Z



Estoy viajando en el tiempo: escribo.

viernes, 23 de abril de 2010

Nueva Salida






Hablando deprisa tanto que no te puedo seguir probando nuevas formas de comunicar tanto que no las vamos a repetir escritura automática autoengaño autoyo au. Brazas necesarias para navegar la sonrisa debajo del bigote el mar. Días convenidos medidas temporales aplausos dónde están las manos las mías sobre el teclado. Espulga el pajarillo sobre el lomo del elefante busca comida entre las pieles grises. Ya lo estás pensando demasiado no debería ser así piensa en las palabras que tienes que repetir y tiembla tiembla indigesto de signos de puntuación tirita tirita buscando alimento sobre la piel seca   La Tierra. Demasiados experimentos pueden resultar funestos dijo el investigador del aire cayendo en picado muerto machucado. Ojalá supiera en cada momento en qué momento está. Busco los acentos busco las palabras al pie de una foto de una foto sublime que no debería comentar. Busco surfear la música la onda del swing la linea delgada de la guitarra de B.B King everyday i have the blues everyday i have the blues. Nadie no me entiende. Nadie no. Naide. Gaseosa burbujas y un tapón azul días de auténtico verano la higuera la higuera y las ruinas luego las ratas la higuera y los tejados el sol las noches bebiendo noche las bebidas consumiendo noche. Luego los coches la ciudad. Si pudieres leerme tan rápido como te miro yo si supieras los esfuerzos innecesarios la cama sería todo el tiempo. A golpes a golpes de ritmo una bola de acero del mejor barco demolerá tu casa hasta hacerte comprender que no hay casa ni cosas ni tú sin ti. Empeñado en ser los demás hay un estanque lleno de monedas en tu interior si me miras a los ojos deberás volver tendrás que regresar hay un fuente que nunca se seca justo justo justo allí donde nadie puede alcanzar a beber. 



jueves, 15 de abril de 2010

Atardecer frente al Mar Imaginado. Canción para Nemo.




Me gusta que las nubes se muevan rápidas y mirarlas. En días así ellas hacen todo el trabajo de composición. Me gusta observar a los pájaros, ignorando sus especies igual que ellos me ignoran a mí. Describirlos al vuelo. Llamarlos con nombre de persona con la agradable certeza de que nunca acudirán.

Me gustan las tardes largas que mordisquean a la noche dejándola roída de estrellas. Me gustan las palmeras genuflexas a brisas encabritadas. Me gustan las hojas verdes (e inocentes) haciéndose negras (y malvadas) sin dejar de ser iguales: Hojas verdes e inocentes que se vuelven negras y malvadas.

Me gusta que el mar empiece a desdibujarse en la oscuridad viéndose obligado a definirse sólo con el ruído. Tremendo ruído ése, donde el leve roce termina siendo voz acumulada de cientos de murmullos / atronadora herida del silencio. De la que nace todo. Que dará paso a  sentir  vivo (y fuerte / y bravo / y furioso) lo que siempre ha rodeado esta isla, ese Mar Imaginado.

Me gusta la noche indefinida. Me gusta que se haga esperar como esa gran actriz que es,  debutante perenne de una sóla función. Me gusta que la luna y el añil convivan. Me gusta que el día muera lentamente dejando en herencia cuerpos celestes, gallos y salamanquesas. Manías.

Me gusta esperar sentado a que todo esto ocurra. Y no hablarlo con nadie. Como el aquel (´) que contemplaba absorto el cuadro mientras cientos de visitantes pasaban por delante de la pintura esperando que el arte los mirase a ellos. Y el arte no mira. Y el arte no ve. El arte es.

Me gusta cerrar el libro cuando las últimas palabras se hacen ilegibles por la falta de luz y continuar la historia con la historia cerrada sobre las rodillas. Me gusta cerrar los ojos cuando todo se vuelve sombra e iluminar ideas brillantes con bombillas amarillas de feria. De feria vacía de gente. Verbena reventada. El gusto de la paz. Calles llenas de papeles. Un balcón.

Me gusta dormirme con el ocaso inyectado en la vena. Vacuna contra la monotonía de los que  solamente ven monotonía.  Me gusta oír a mis amigos alrededor pasándose la botella marrón fresca y comunitaria, arrojándose el sol los unos a los otros como un balón naranja.  Una  broma de fuego. Saberme seguro entre ellos que gritan y ríen y siempre tienen oídos para mis silencios y brazos para mis navegaciones.

Me gusta sentir a Nemo decir que no hay mejor sitio para estar que en Isla Mundo. Y verlo abrir los brazos fiero y vociferar suave de placer como el gato de Kerouac. Aggghhh...poyar  luego la cabeza en el hombro de la estética parsimoniosa (o de un pirata amigo) y sonreir satisfecho de haber visto caer otra moneda ardiendo en la hucha del horizonte. Montañas lejanas y ajenas son su alcancía. ... Que no hay sitio mejor que éste. Él, que ha recorrido el mundo entero y sus excelencias. Y que siempre vuelve, con una historia  traducida de regalo, a ver nuestras caras de sorpresa ante los prodigios exteriores, sin dejar de contar en la lontananza su capital en soles, repasando, tarareando muy tranquilo, su cartilla de rimas preferidas en el banco del viejo molino de viento.     


Me gusta que las noches sean cuevas y durmiendo volver a ser como fueron los primeros hombres. Me gusta que las palabras sobre la tarde vayan languideciendo hasta no decir nada, aunque sigan sonando lejos, ya poco. Ya nada.

Me gusta. Eso es todo, quería decírtelo antes de que anocheciera.








domingo, 11 de abril de 2010

Las Nuevas Fábulas de Isla Mundo. I / El perro flaco.



El perro flaco miró tiernamente a la única pulga de la isla que aún no se había unido al festín de su carne. Daba lástima la pulguita, la más canija y esmirriada de todas, de patas cortas y averiadas, y una mierda de trompa. Con gafas de carey y pánico a la sangre. Pulga común, especialista en nada. La única pulga que no podía picar al perro flaco porque cada vez que pretendía saltar rodaba. El más torpe e inepto insecto sin alas. Tarásito, transmisor sólo de pena. Insignificante y sensible; deprimid&nhelante de parabrisas [golpe] y primavera. 

Decía que. El perro flaco miró con sus ojos infinitamente tiernos a la pobre pulga que aún no le mordía (y lo intentaba dando patéticos saltitos a su alrededor, tropebrincos y cabricornadas), flexionó sus largas y delgadas patas de  perrillo corredor,  y acercándole la oreja, plataforma de pelo, alfombrilla  rosa de can, convidó a la pulga a subir y a tomar un chupito de su sangre triste, mas caliente y alimenticia. Chsssssssssss, chsss.

Luego que el refrán se hubo cumplido en su cuerpo y por sus venas, el perro flaco rascó sañudo su lomo contra la corteza de un árbol grande como costumbre añeja. Y echó a correr rabioso por la selva para morder a Esopo, o a la vida, o a la puta que lo parió, que diría Sancho. A morder el aire, en definitiva, que va lleno de culpables.